Un cantar juglaresco del Caribe

decimero

Filmvilág, marzo, 2021.

Versión original en húngaro: AQUI.

 – Entrevista a Eszter Vörös – 

Autora y traductora: Kornélia Bácsvári

Eszter Vörös filmó su documental bajo la fascinación por Gabriel García Márquez y las tradiciones musicales y orales de Colombia aún vigentes hoy en día. 

Estudiaste economía, luego te dedicaste al periodismo como redactora, columnista y videógrafa. Fue la película Tango, de Carlos Saura, lo que hizo que te apasionaras por ese visceral baile latinoamericano y naciera en ti el deseo de convertirte en bandoneonista profesional. ¿Has tenido encuentros tan decisivos con la cultura latinoamericana también en otros géneros?

Claro que sí. Después del tango me enamoré de la salsa y de la música caribeña en general. En 2001,  impresionada por la película Buena Vista Social Club, de Wim Wenders, me fuí a Cuba con una grabadora de minidisc para recopilar todo tipo de música posible. Luego  me topé con la Bosa Nova, que descubrí  gracias al Jazz, y es que desde mi adolescencia soy una gran aficionada al mismo; sin embargo no fue hasta 2003, durante mi estancia en Brasil, cuando llegué a conocerla de verdad. Desde entonces es uno de los géneros musicales que más íntimamente me acompaña durante ciertos estados de ánimo.

Y  están los libros de García Márquez, que también me marcaron. Desde que leí Cien años de soledad sentí ganas de ir a Macondo.  Ya antes había viajado sola a muchos países latinoamericanos, y sin embargo, a Colombia, no me había atrevido a ir. Tuve que esperar hasta el año 2013 para que surgiera la ocasión de hacerlo acompañada, al menos la primera vez.

 

Jaime García Márquez con el imagen de su hermano, Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias.

 

Obtuviste una beca de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (F.N.P.I.).

Me presenté a la convocatoria porque la beca era para periodistas de la cultura y su enfoque eminentemente musical. Por supuesto que también era indispensable conocer y apreciar la obra literaria de Gabo, pero el curso mismo puso de relieve la vinculación de ésta con la cultura popular cotidiana, tradicional, destacando el hecho de que su narrativa se basa en gran parte en la música, en los ritmos, en el latido especial de los bailes y las melodías de su tierra natal, o sea: en una identidad y un sentimiento de vida muy complejos e inconfundiblemente caribeños. Si quieres entender su manera de escribir o sus argumentos, es esencial comprender también la cultura popular caribeña.

Por la cual él mismo tampoco dejó de abogar frente a los defensores de la alta cultura. Este concepto – junto con tu trayectoria personal y profesional – marcó el especial punto de vista de tu película, influido a su vez por una de sus afirmaciones. Si bien Gabo  – para poder captar la realidad fascinante de su continente – anduvo siempre indagando las posibilidades de la narración en casi todo – ya fuera en el periodismo,  en los géneros musicales cantados o en el cine -, también es cierto que llegó a hacer declaraciones desconcertantes sobre el papel que estos géneros desempeñaban en su obra: ”Toda la vida he sido un periodista”. ”La música me ha gustado más que la literatura”. Y está luego la historia en la que nos cuenta que su obra maestra, Cien años de soledad, no fue más que el fruto de las desilusiones y amargas experiencias sufridas en el seno de la industria cinematográfica, a consecuencia de las cuales decidió dedicarse a la literatura. También tu narración fílmica, sútil y compleja, parte de una de sus metáforas.

Así es. Según él, ”Cien años de soledad es un vallenato de 365 páginas”.  El vallenato es una composición musical originaria del Caribe,  género juglaresco que  los trovadores callejeros cantaban  y siguen cantando acompañándose de tres instrumentos que en sí mismos simbolizan la triple influencia cultural  de esta  región: el tambor, la africana; la guacharaca, la indígena, y, el acordeón, la europea.

Estos trovadores callejeros han cantado siempre los más cotidianos chascarrillos, como por ejemplo quiénes se acaban de enamorar,  quién de morir o suicidarse, etc. A Gabo le encantaban estas composiciones, le gustaba cantar junto a los cantantes y le fascinaba ver cómo en estas reuniones nacían nuevas historias al calor de lo inmediato. Estas canciones eran una fuente inagotable para él. Fue cautivado por la sobriedad y el laconismo de estas composiciones que en tres escasos minutos cuentan toda una historia completa.

 

Protagonista Rodrigo Rodriguez, músico, cantante y compositor de vallenato en el estudio con músico Johnathan Arrieta

 

Ser cantante callejero fue la ilusión de su infancia. El vallenato le fascinó tanto que más tarde, ya siendo escritor famoso, fundó un festival dedicado a ese género el cual, hace un par de años, fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Cómo aprovechaste las propiedades de este género en tu narración fílmica?

Fue relativamente tarde cuando utilicé el vallenato como elemento integrante en la película.  Durante la primera etapa de su rodaje en 2014, estuve esforzándome por captar más bien la identidad caribeña. Tres años después aún seguía descontenta: tenía la impresión de que le faltaba algo. Fue entonces cuando me vino la idea de servirme de la música para completar el documental, lo que ocurrió no sólo por el hecho de que, como según Gabo, la música era lo que de su tierra natal más influía en su obra literaria, sino también por otra razón: por ser la música la cosa más importante en mi propia vida. Es a través de ella como realmente puedo conectarme con Gabo, y con su mundo, y ofrendarlos del modo más auténtico.

Por eso es que titulaste la película La Gran Parranda – historias sobre García Márquez, en la que tú también indagas en las posibilidades de la narración. La complejidad de los planos temporales evoca tanto a García Márquez como tu viaje emocional y sus momentos más trascendentales: los de presenciar el nacimiento de un vallenato improvisado sobre el escritor y, años más tarde, concurrir a la grabación de éste en un estudio.

Mi intención fue lograr una narración que transcurriera, al menos, sobre tres planos paralelos: presentar a Gabo y hacer visible su modo de entender y percibir  el mundo a partir de lo que sobre él contaran los entrevistados; al mismo tiempo pretendía también dejar entrever algo de la vida local a través de algunos fragmentos de la de los mismos entrevistados; y, claro, no podía faltar mi propia visión sobre el ambiente que me rodeaba: la de una persona llegada de fuera con una cultura distinta. Es por ello por lo que varían los recursos utilizados para transmitir algo sobre esa vida cotidiana: a veces son unas escenas callejeras, otras las letras de alguna canción, en ocasiones unas remembranzas o simplemente mi propia narración. He filmado muchísimas cosas, un abanico de múltiples historias que se entrelazan en varios planos; por eso fue que en un momento dado tuve la impresión de que todo era como una gran parranda, esa fiestorra que es el vallenato en la que incesantemente suena la música y se entretejen historias hasta la llegada del amanecer.

Otro “protagonista” de tu película es esa narrativa desbordante. El habla cotidiana, la estrecha vinculación del modo de narrar del escritor con ella y su reverberación en la cotidianidad. Ese torrente arrollador e inagotable que lleva en ocasiones al extremo -como ocurre en el caso de algunos de tus entrevistados-  a “deshechizar” los emblemáticos elementos mágicos del escritor cuando tratan de racionalizar el origen de las mariposas amarillas o el porqué de que Rebeca coma tierra…, no siendo más que puras ficciones.

A decir verdad, las obras de Gabo y la vida de la gente en el Caribe han estado siempre interrelacionadas. En Aracataca, por ejemplo, muchos  querían  ponerle un segundo nombre a la ciudad: que se llamara también Macondo -ya que todo el mundo la conoce así por la novela-, mientras que existe el Macondo real fundado mucho antes del nacimiento de Gabo. Está a unos 20 kms. de su ciudad natal. Además hay muchos vallenatos compuestos sobre García Márquez y no todos le son siempre favorables. Por cierto que uno de ellos (de los positivos) nació durante el rodaje de mi película. Todo el mundo tiene alguna historia muy personal sobre él, incluso quienes nunca lo han visto. Un camarero de una cafetería me contó, en Santa Marta, que al llegar un día de abril de 2014 a su lugar de trabajo, vio que la foto de Gabo, hasta entonces colgada en la pared junto a las de otros famosos personajes de la región, estaba caída y rota en el suelo. Más tarde se enteraría de que ese mismo día Gabo había muerto. Historias como ésta son muy comunes en aquellas tierras. Lo mágico forma parte de la realidad.

El substrato de todas las historias mágicas de Gabo es la realidad. Así lo cuenta uno de sus amigos de infancia: “Todo lo que Gabo ha escrito es real. Eso lo vivimos nosotros.” La gente me contó muchísimas historias “macondianas” que al parecer eran todas reales. Así las viven ellos. Es a través de Gabo que su realidad llegó a ser mágica, por lo menos oficialmente. Y todo eso repercute en su vida cotidiana y en el modo de vivirla.

Acercando el verdadero Macondo

 

¿A ti qué te llevó a Macondo?

Ese ambiente extraño, asfixiante y ardiente, y casi desolado, aunque pletórico de vida apasionada, que queda reflejado en  Cien años de soledad. He vivido mucho tiempo con la ilusión de visitar ese pueblo en el que transcurre la acción de la novela. Aun cuando Macondo es mucho más que Aracataca, la ciudad natal de Gabo. Macondo es la quintaesencia fabulada de otros muchos lugares, es decir, de toda la zona caribeña. Además Aracataca no es como yo me la imaginaba en un principio; sin embargo, también está muy anclada tanto en el olvido como en la magia.

Los verdaderos protagonistas de la película, la gente del Caribe y la peculiaridad de sus relaciones, quedan reflejados no sólo por ”las cabezas hablantes” y su gestualidad social, sino también por la lírica de tu montaje. ¿Has notado en ellos y en sus relaciones humanas algo de esa soledad tangible en la novela?

La soledad la he notado más bien a nivel social. Mejor dicho: he notado el abandono. Si pensamos en los centenares de miles de víctimas inocentes de un conflicto armado que duró varias décadas, y en la ilusión fugaz de un acuerdo de paz más tarde frustrado, no podemos dejar de pensar al mismo tiempo en el abandono en que están los pobres, los indígenas, los líderes cívicos, las ciudades y los pueblos…, en fin, toda América Latina. En cuanto a las relaciones humanas, apenas la he notado. Es más, experimenté una comunicación y una relación humana más intensas que en mi país.

Hay muy pocos lugares en el mundo donde el tiempo tenga un carácter tan extremadamente subjetivo como en América Latina. Ese estado existencial que parece desanclado del tiempo o diluido en él, coexiste a su vez con uno de los impulsos  más intensos y perentorios de la vida: la espontaneidad. ¿Qué recursos has empleado para reflejar esto en tu película?

Las relaciones sociales basadas en la espontaneidad requieren una enorme cantidad de paciencia además de una alta capacidad de adaptación y desasimiento. Es una gran oportunidad para asimilar muchas cosas y dejar que nazcan otras igual de maravillosas. In situ te acostumbras a ello muy pronto y te arrastra como una ola.

Creo que en mi película es la música, más que nada, lo que marca y evoca esa atemporalidad, ese aceleramiento o dilación del tiempo. Por un lado está la estructura repetitiva de la música que grabé en directo allí, en Colombia, propia también de las parrandas; por otro, y aún quizás con más relevancia, está la música compuesta por János Másik, quien empezó a trabajar en la fase final de la producción ya en el último año y medio. No es que él me ofreciera solamente infinidad de ideas sobre cuestiones musicales, dada su experiencia en este campo en diversas producciones cinematográficas, sino que prácticamente elevó la película a otro nivel. Yo he tenido la suerte de ver – o mejor dicho, de escuchar – todo el proceso durante el cual él, con su propia música, llegó a darle una nueva dimensión a mi película. El ritmo de ésta cambió, y la relación imagen-sonido se volvió más compleja. Sus temas musicales no tienen mucho que ver con la música caribeña, y sin embargo ensamblan muy bien con ella; incluso le dan más sentido. Para mí, como músico, fue también una vivencia increíble poder asistir a semejante transformación.

Desearía haber logrado, con la imagen, captar también el paso del tiempo, que en cada ciudad es muy distinto. Y en lo que se refiere a la espontaneidad, la creación misma de mi película está basada en ella. Era imposible hacer planes y saber con quiénes me iría a encontrar, tendría la oportunidad de charlar o intuir por dónde me habrían de llevar las historias contadas.

 

Un jardín “Macondeano” en Barranquilla. Jardín de la casa del protagonista Joaquín Armenta y su hijo.

 

A pesar de ello, al final lograste tener tu ”gran parranda” con Gabo.

No quiero destripar la película. En las parrandas la gente improvisa canciones sobre personas y acontecimientos reales. Llegué a muchos sitios en los que había vivido Gabo o por donde había pasado un momento, y también a otros en los que le sucedieron cosas importantes. Así fue como  llegué también a una enorme mansión cuyo propietario – amigo de los Márquez durante más de 25 años – hacía y sigue haciendo parrandas alucinantes famosas en toda la ciudad. Gabo, siempre que podía, asistía a las parrandas de esa casa. Mientras me hallé en su país, muchas veces tuve la impresión de que él estaba allí mismo, muy cerca de mí. En esa residencia, esta sensación resultó incluso más intensa. Y fue quizás por ello que allí forjé la idea de qué historia contar y cómo contarla en mi ficticia parranda.

¿Cuándo piensas estrenar tu película?

El documental estará disponible en la plataforma Vimeo por el precio de una entrada de cine desde marzo. Ya he ganado con ella un premio importante en el Festival Nacional de Películas Independientes y la he presentado a varios festivales más. La película también está seleccionada para un festival internacional estadouniense organizado para cineastas femeninas. Estoy  abierta a toda posibilidad  que  facilite el encuentro de mi película con su público, a través de cualquier medio de difusión que apueste a la defensa de los valores culturales.

 

Találkozások GGM-mel

JGMmel

Gaboval többször összefutottunk. Néha csak egymás felé biccentettünk, máskor kiváló argentin bort kortyolgattunk az asztal mellett, ahol rendszeresen énekelt a parrandákon egy kedves barátja lakásában. Volt, hogy a Száz év magány felolvasása közben kacsintott oda, majd visszamosolygott legkedvesebb testvérére, aki mellettem ült a kanapén, volt, hogy együtt mozogtunk a készülő vallenató dalra, és volt, hogy a tengerparti sziklákon ülve éreztem a hátamon a tekintetét, amint a háza teraszáról nézi ő is a naplementét. Volt, hogy elsírta magát kedvenc vallenatóján, és volt, hogy elmosolyodott, ahogy nézte magát, amint elsírja magát a kedvenc vallenatóján.  De ott hintázott a függőágyban a félelmetes aracataca-i vihar utáni párában a patio közepén, távolról nézte, amint száz éves egykori dajkájának vékony kezét megsimogatom, és a Barranquilla-i utcák egyikén épp egy hideg Club Colombia sört nyitott fel, miközben elhessegetett pár szúnyogot. Így vagyunk mi egymással.  Most éppen Barranquillában.