Un cantar juglaresco del Caribe

decimero

Filmvilág, marzo, 2021.

Versión original en húngaro: AQUI.

 – Entrevista a Eszter Vörös – 

Autora y traductora: Kornélia Bácsvári

Eszter Vörös filmó su documental bajo la fascinación por Gabriel García Márquez y las tradiciones musicales y orales de Colombia aún vigentes hoy en día. 

Estudiaste economía, luego te dedicaste al periodismo como redactora, columnista y videógrafa. Fue la película Tango, de Carlos Saura, lo que hizo que te apasionaras por ese visceral baile latinoamericano y naciera en ti el deseo de convertirte en bandoneonista profesional. ¿Has tenido encuentros tan decisivos con la cultura latinoamericana también en otros géneros?

Claro que sí. Después del tango me enamoré de la salsa y de la música caribeña en general. En 2001,  impresionada por la película Buena Vista Social Club, de Wim Wenders, me fuí a Cuba con una grabadora de minidisc para recopilar todo tipo de música posible. Luego  me topé con la Bosa Nova, que descubrí  gracias al Jazz, y es que desde mi adolescencia soy una gran aficionada al mismo; sin embargo no fue hasta 2003, durante mi estancia en Brasil, cuando llegué a conocerla de verdad. Desde entonces es uno de los géneros musicales que más íntimamente me acompaña durante ciertos estados de ánimo.

Y  están los libros de García Márquez, que también me marcaron. Desde que leí Cien años de soledad sentí ganas de ir a Macondo.  Ya antes había viajado sola a muchos países latinoamericanos, y sin embargo, a Colombia, no me había atrevido a ir. Tuve que esperar hasta el año 2013 para que surgiera la ocasión de hacerlo acompañada, al menos la primera vez.

 

Jaime García Márquez con el imagen de su hermano, Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias.

 

Obtuviste una beca de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (F.N.P.I.).

Me presenté a la convocatoria porque la beca era para periodistas de la cultura y su enfoque eminentemente musical. Por supuesto que también era indispensable conocer y apreciar la obra literaria de Gabo, pero el curso mismo puso de relieve la vinculación de ésta con la cultura popular cotidiana, tradicional, destacando el hecho de que su narrativa se basa en gran parte en la música, en los ritmos, en el latido especial de los bailes y las melodías de su tierra natal, o sea: en una identidad y un sentimiento de vida muy complejos e inconfundiblemente caribeños. Si quieres entender su manera de escribir o sus argumentos, es esencial comprender también la cultura popular caribeña.

Por la cual él mismo tampoco dejó de abogar frente a los defensores de la alta cultura. Este concepto – junto con tu trayectoria personal y profesional – marcó el especial punto de vista de tu película, influido a su vez por una de sus afirmaciones. Si bien Gabo  – para poder captar la realidad fascinante de su continente – anduvo siempre indagando las posibilidades de la narración en casi todo – ya fuera en el periodismo,  en los géneros musicales cantados o en el cine -, también es cierto que llegó a hacer declaraciones desconcertantes sobre el papel que estos géneros desempeñaban en su obra: ”Toda la vida he sido un periodista”. ”La música me ha gustado más que la literatura”. Y está luego la historia en la que nos cuenta que su obra maestra, Cien años de soledad, no fue más que el fruto de las desilusiones y amargas experiencias sufridas en el seno de la industria cinematográfica, a consecuencia de las cuales decidió dedicarse a la literatura. También tu narración fílmica, sútil y compleja, parte de una de sus metáforas.

Así es. Según él, ”Cien años de soledad es un vallenato de 365 páginas”.  El vallenato es una composición musical originaria del Caribe,  género juglaresco que  los trovadores callejeros cantaban  y siguen cantando acompañándose de tres instrumentos que en sí mismos simbolizan la triple influencia cultural  de esta  región: el tambor, la africana; la guacharaca, la indígena, y, el acordeón, la europea.

Estos trovadores callejeros han cantado siempre los más cotidianos chascarrillos, como por ejemplo quiénes se acaban de enamorar,  quién de morir o suicidarse, etc. A Gabo le encantaban estas composiciones, le gustaba cantar junto a los cantantes y le fascinaba ver cómo en estas reuniones nacían nuevas historias al calor de lo inmediato. Estas canciones eran una fuente inagotable para él. Fue cautivado por la sobriedad y el laconismo de estas composiciones que en tres escasos minutos cuentan toda una historia completa.

 

Protagonista Rodrigo Rodriguez, músico, cantante y compositor de vallenato en el estudio con músico Johnathan Arrieta

 

Ser cantante callejero fue la ilusión de su infancia. El vallenato le fascinó tanto que más tarde, ya siendo escritor famoso, fundó un festival dedicado a ese género el cual, hace un par de años, fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Cómo aprovechaste las propiedades de este género en tu narración fílmica?

Fue relativamente tarde cuando utilicé el vallenato como elemento integrante en la película.  Durante la primera etapa de su rodaje en 2014, estuve esforzándome por captar más bien la identidad caribeña. Tres años después aún seguía descontenta: tenía la impresión de que le faltaba algo. Fue entonces cuando me vino la idea de servirme de la música para completar el documental, lo que ocurrió no sólo por el hecho de que, como según Gabo, la música era lo que de su tierra natal más influía en su obra literaria, sino también por otra razón: por ser la música la cosa más importante en mi propia vida. Es a través de ella como realmente puedo conectarme con Gabo, y con su mundo, y ofrendarlos del modo más auténtico.

Por eso es que titulaste la película La Gran Parranda – historias sobre García Márquez, en la que tú también indagas en las posibilidades de la narración. La complejidad de los planos temporales evoca tanto a García Márquez como tu viaje emocional y sus momentos más trascendentales: los de presenciar el nacimiento de un vallenato improvisado sobre el escritor y, años más tarde, concurrir a la grabación de éste en un estudio.

Mi intención fue lograr una narración que transcurriera, al menos, sobre tres planos paralelos: presentar a Gabo y hacer visible su modo de entender y percibir  el mundo a partir de lo que sobre él contaran los entrevistados; al mismo tiempo pretendía también dejar entrever algo de la vida local a través de algunos fragmentos de la de los mismos entrevistados; y, claro, no podía faltar mi propia visión sobre el ambiente que me rodeaba: la de una persona llegada de fuera con una cultura distinta. Es por ello por lo que varían los recursos utilizados para transmitir algo sobre esa vida cotidiana: a veces son unas escenas callejeras, otras las letras de alguna canción, en ocasiones unas remembranzas o simplemente mi propia narración. He filmado muchísimas cosas, un abanico de múltiples historias que se entrelazan en varios planos; por eso fue que en un momento dado tuve la impresión de que todo era como una gran parranda, esa fiestorra que es el vallenato en la que incesantemente suena la música y se entretejen historias hasta la llegada del amanecer.

Otro “protagonista” de tu película es esa narrativa desbordante. El habla cotidiana, la estrecha vinculación del modo de narrar del escritor con ella y su reverberación en la cotidianidad. Ese torrente arrollador e inagotable que lleva en ocasiones al extremo -como ocurre en el caso de algunos de tus entrevistados-  a “deshechizar” los emblemáticos elementos mágicos del escritor cuando tratan de racionalizar el origen de las mariposas amarillas o el porqué de que Rebeca coma tierra…, no siendo más que puras ficciones.

A decir verdad, las obras de Gabo y la vida de la gente en el Caribe han estado siempre interrelacionadas. En Aracataca, por ejemplo, muchos  querían  ponerle un segundo nombre a la ciudad: que se llamara también Macondo -ya que todo el mundo la conoce así por la novela-, mientras que existe el Macondo real fundado mucho antes del nacimiento de Gabo. Está a unos 20 kms. de su ciudad natal. Además hay muchos vallenatos compuestos sobre García Márquez y no todos le son siempre favorables. Por cierto que uno de ellos (de los positivos) nació durante el rodaje de mi película. Todo el mundo tiene alguna historia muy personal sobre él, incluso quienes nunca lo han visto. Un camarero de una cafetería me contó, en Santa Marta, que al llegar un día de abril de 2014 a su lugar de trabajo, vio que la foto de Gabo, hasta entonces colgada en la pared junto a las de otros famosos personajes de la región, estaba caída y rota en el suelo. Más tarde se enteraría de que ese mismo día Gabo había muerto. Historias como ésta son muy comunes en aquellas tierras. Lo mágico forma parte de la realidad.

El substrato de todas las historias mágicas de Gabo es la realidad. Así lo cuenta uno de sus amigos de infancia: “Todo lo que Gabo ha escrito es real. Eso lo vivimos nosotros.” La gente me contó muchísimas historias “macondianas” que al parecer eran todas reales. Así las viven ellos. Es a través de Gabo que su realidad llegó a ser mágica, por lo menos oficialmente. Y todo eso repercute en su vida cotidiana y en el modo de vivirla.

Acercando el verdadero Macondo

 

¿A ti qué te llevó a Macondo?

Ese ambiente extraño, asfixiante y ardiente, y casi desolado, aunque pletórico de vida apasionada, que queda reflejado en  Cien años de soledad. He vivido mucho tiempo con la ilusión de visitar ese pueblo en el que transcurre la acción de la novela. Aun cuando Macondo es mucho más que Aracataca, la ciudad natal de Gabo. Macondo es la quintaesencia fabulada de otros muchos lugares, es decir, de toda la zona caribeña. Además Aracataca no es como yo me la imaginaba en un principio; sin embargo, también está muy anclada tanto en el olvido como en la magia.

Los verdaderos protagonistas de la película, la gente del Caribe y la peculiaridad de sus relaciones, quedan reflejados no sólo por ”las cabezas hablantes” y su gestualidad social, sino también por la lírica de tu montaje. ¿Has notado en ellos y en sus relaciones humanas algo de esa soledad tangible en la novela?

La soledad la he notado más bien a nivel social. Mejor dicho: he notado el abandono. Si pensamos en los centenares de miles de víctimas inocentes de un conflicto armado que duró varias décadas, y en la ilusión fugaz de un acuerdo de paz más tarde frustrado, no podemos dejar de pensar al mismo tiempo en el abandono en que están los pobres, los indígenas, los líderes cívicos, las ciudades y los pueblos…, en fin, toda América Latina. En cuanto a las relaciones humanas, apenas la he notado. Es más, experimenté una comunicación y una relación humana más intensas que en mi país.

Hay muy pocos lugares en el mundo donde el tiempo tenga un carácter tan extremadamente subjetivo como en América Latina. Ese estado existencial que parece desanclado del tiempo o diluido en él, coexiste a su vez con uno de los impulsos  más intensos y perentorios de la vida: la espontaneidad. ¿Qué recursos has empleado para reflejar esto en tu película?

Las relaciones sociales basadas en la espontaneidad requieren una enorme cantidad de paciencia además de una alta capacidad de adaptación y desasimiento. Es una gran oportunidad para asimilar muchas cosas y dejar que nazcan otras igual de maravillosas. In situ te acostumbras a ello muy pronto y te arrastra como una ola.

Creo que en mi película es la música, más que nada, lo que marca y evoca esa atemporalidad, ese aceleramiento o dilación del tiempo. Por un lado está la estructura repetitiva de la música que grabé en directo allí, en Colombia, propia también de las parrandas; por otro, y aún quizás con más relevancia, está la música compuesta por János Másik, quien empezó a trabajar en la fase final de la producción ya en el último año y medio. No es que él me ofreciera solamente infinidad de ideas sobre cuestiones musicales, dada su experiencia en este campo en diversas producciones cinematográficas, sino que prácticamente elevó la película a otro nivel. Yo he tenido la suerte de ver – o mejor dicho, de escuchar – todo el proceso durante el cual él, con su propia música, llegó a darle una nueva dimensión a mi película. El ritmo de ésta cambió, y la relación imagen-sonido se volvió más compleja. Sus temas musicales no tienen mucho que ver con la música caribeña, y sin embargo ensamblan muy bien con ella; incluso le dan más sentido. Para mí, como músico, fue también una vivencia increíble poder asistir a semejante transformación.

Desearía haber logrado, con la imagen, captar también el paso del tiempo, que en cada ciudad es muy distinto. Y en lo que se refiere a la espontaneidad, la creación misma de mi película está basada en ella. Era imposible hacer planes y saber con quiénes me iría a encontrar, tendría la oportunidad de charlar o intuir por dónde me habrían de llevar las historias contadas.

 

Un jardín “Macondeano” en Barranquilla. Jardín de la casa del protagonista Joaquín Armenta y su hijo.

 

A pesar de ello, al final lograste tener tu ”gran parranda” con Gabo.

No quiero destripar la película. En las parrandas la gente improvisa canciones sobre personas y acontecimientos reales. Llegué a muchos sitios en los que había vivido Gabo o por donde había pasado un momento, y también a otros en los que le sucedieron cosas importantes. Así fue como  llegué también a una enorme mansión cuyo propietario – amigo de los Márquez durante más de 25 años – hacía y sigue haciendo parrandas alucinantes famosas en toda la ciudad. Gabo, siempre que podía, asistía a las parrandas de esa casa. Mientras me hallé en su país, muchas veces tuve la impresión de que él estaba allí mismo, muy cerca de mí. En esa residencia, esta sensación resultó incluso más intensa. Y fue quizás por ello que allí forjé la idea de qué historia contar y cómo contarla en mi ficticia parranda.

¿Cuándo piensas estrenar tu película?

El documental estará disponible en la plataforma Vimeo por el precio de una entrada de cine desde marzo. Ya he ganado con ella un premio importante en el Festival Nacional de Películas Independientes y la he presentado a varios festivales más. La película también está seleccionada para un festival internacional estadouniense organizado para cineastas femeninas. Estoy  abierta a toda posibilidad  que  facilite el encuentro de mi película con su público, a través de cualquier medio de difusión que apueste a la defensa de los valores culturales.

 

El encuentro de Gabriel García Márquez con la música en un documental húngaro

A Gabo múzeum Aracatacában

PUBLICADO EN FIDELIO.HU 

Katalin L. Horváth – 2020.12.14. 15:45

Traducción: Maria Julia Honfi

La Gran Parranda – Historias sobre Gabriel García Márquez de Eszter Vörös ganó el primer premio en una de las categorías del 65º Festival Nacional de Cine Independiente de Hungría de este año. La impactante y poética obra rodada a la manera de García Márquez, y definida por el jurado como el encuentro de la música, la literatura y los diarios de viajes, es el fruto de seis años de trabajo. Hablamos con la creadora del documental, también conocida como periodista, camarógrafa y música, sobre cómo gestó la película hasta “convertirla en su propia hija” y su anhelo de abrirse camino hacia la audiencia a través de ella.

Gabriel García Márquez fue uno de los escritores más queridos, no sólo en Colombia sino en el mundo entero. Su persona, así como su obra, todavía hoy recibe una atención especial. Casi todos los que viven en el Caribe tienen una historia para contar sobre él o algo que vivieron con él. ¿Cómo empezó “La Gran Parranda”, tu historia personal sobre Márquez?

García Márquez –Gabo, como se lo conoce en Latinoamérica- fundó una “escuela sin muros” en 1995, la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano (hoy Fundación Gabo). En 2013 esta fudación anunció un concurso internacional de becas de periodismo cultural. Cuando vi la convocatoria en las redes sociales, sentí que la beca estaba hecha para mí. La otorgaban para estudiar dos temas: el Festival de Música Clásica de Cartagena, y el Carnaval de Barranquilla, el segundo más importante de Sudamérica después del Carnaval de Río de Janeiro, un fenómeno asombroso y con un rol social muy importante para los lugareños. La convocatoria era para pasar una semana en Cartagena y en Barranquilla participando en capacitaciones y programas culturales, para luego escribir un artículo sobre los temas citados. En ese entonces yo ya era periodista y justo había dejado de trabajar en el Periódico Népszabadság, sin embargo todavía no me sentía realizada como bandoneonista, aunque llevaba mucho tiempo tocando tango en el bandoneón, también bailando salsa, viajando por Sudamérica, sabía español y me inspiraba ese mundo, así que todo esto me llevó a intentarlo. Y lo conseguí. Era la única húngara del grupo, y fui parte de ese milagro.

 Feria Internacional del Libro, Bogotá, en 2014., después de la muerte de García Márquez.

Al principio de la película, dices que este viaje causó un efecto tal sobre ti, que sentiste que tenías que volver con una cámara. ¿Por qué?

Además de los dos temas mencionados anteriormente, la beca trataba especialmente sobre la vida y obra de Gabo. La beca la otorgó su Fundación, los organizadores eran amigos suyos o sus fans, y los programas estaban organizados en las ciudades que fueron el escenario de la vida de Gabo. Nos presentaron a personas cercanas a él, como por ejemplo a uno de sus hermanos, así como a conocedores y admiradores de sus obras. Casi todas las noches nos llevaban a un lugar de baile, donde bailábamos salsa tanto con el director de la Fundación, como con el resto de los becarios latinoamericanos. Fueron dos semanas muy intensas, después de las cuales viajé un poco sola por la región. Pero el tiempo que pasé allí, fue suficiente para que regresara a casa con una impresión muy contundente. Desde el principio los lugares causaron un efecto tan fuerte sobre mí, que muchas veces hasta me parecía ver a los personajes de las novelas de García Márquez pasear por sus calles. Por un lado, esta experiencia me llamaba a volver y, por otro lado sentía que algo me faltaba y que sólo teníamos un conocimiento superficial sobre cómo es la vida de allí.

Nos tenían en una burbuja: vivíamos en hoteles de lujo, nos llevaban en autobús a los programas, por lo que no circulábamos sólos en los lugares menos seguros.Con excepción de la deslumbrante zona amurallada de Cartagena, habitada casi exclusivamente por turistas, donde sí nos dejaban deambular libremente. Pero esto fue perfecto para mi primera visita al país y me hizo sentir segura  de estar allí y de estar lista para regresar. Sentí un impulso muy fuerte de mostrar este mundo por mis propios medios, a aquellos que no pueden llegar a él.

Regresaste a Colombia un año después. Para entonces, ¿ya tenías un guión?

En realidad me atreví a lanzarme a mi segundo viaje porque pensé que llegaría fácilmente a cualquiera con quien valiera la pena hablar. Por supuesto no ocurrió así. Ya no tenía dinero y se me acabaron todas mis reservas, por elegir trabajar de manera freelance. Además necesitaba ayuda familiar para ganarme la vida. Intenté conseguir patrocinadores para mi viaje, pero no conseguí ninguno. ¿Por qué habrían de apadrinar a una mujer obsesionada por ir a Colombia a filmar una película sobre García Márquez?

Pero cualquiera que haya tenido una motivación tan fuerte sabe que en ese momento nada importa, vas detrás de tus propias convicciones y ya saldrá algo.

Y sucedió un milagro. Tenía una reserva para la época del carnaval de Barranquilla y llegó el día en el que tuve que decidir si comprar el billete de avión o no. Pensé en darme otra oportunidad, preguntarle a dos o tres personas, y si el apoyo no venía, cancelaría la reserva. Hablé con una persona que me sugirió que buscara el consejo de B. Bea, que está familiarizada con el mundo de los medios. (No digo su nombre completo porque quiere permanecer en el anonimato). Cuando estaba en National Geographic, trabajé con ella en un proyecto, nos conocíamos poco, pero empatizamos mucho. No la había visto en años. La llamé para ver si tenía idea de a quién acudir. Empecé a contarle de qué se trataba y antes que terminara, me preguntó: “Eszter, ¿cuánto dinero necesitas?” No era poco dinero, pero me dijo que enviara mi número de cuenta bancaria, y que transferiría el dinero.

 

 La pared de la Casa Museo Gabriel García Márquez en Aracataca

 

Como en los cuentos de hadas.

¡Absolutamente! Y  hasta lloré de la emoción. No entendía por qué estaba siendo tan generosa conmigo. Me contó que ella también recibió alguna vez una ayuda inesperada en un momento clave de su vida, lo que la animó a ayudar a otros también. No hizo preguntas, dijo que confiaba en mí, y seguramente utilizaría valiosamente ese dinero. Y agregó diciendo que la llamé en el momento justo, porque acababa de recibir inesperadamente esa cantidad de la aseguradora el día anterior, que lo aceptara, y que con esto le estaba dando una alegría a ella también. Y si alguna vez podía devolvérselo a otro, que lo hiciera, si no, tampoco importaba. Al día siguiente tenía medio millón de florines en mi cuenta. Fue un gran impulso que Bea creyera en mí. A partir de entonces me quedó claro que sea como fuere, tenía que hacer el documental. Con pequeñas ayudas clave de familiares y amigos, recaudé el dinero suficiente para poder viajar. Conocidos colombianos se ofrecieron para que viviera en sus casas, y recibí la respuesta de la Oficina de Turismo colombiana el día anterior a mi viaje, diciendo que me alojarían gratis durante la última semana de mi estadía.

La fecha de salida de mi viaje era para principios de mayo de 2014 y Gabo murió el 17 de abril. Hacia años que no estaba lúcido, sufría de demencia senil y además vivía en México, por lo tanto no habría tenido la oportunidad de conocerlo, pero igualmente me conmocionó que ya no está con nosotros. También temía que todos los lugares estuvieran invadidos de periodistas de canales de televisión y yo trabajaría sola. Pero por suerte no fue así, y probablemente muchas puertas se me abrieron justamente porque viajaba sola.

Organizar algo con tanta anticipación con caribeños es casi imposible, pero una vez que estás allí, te ayudan en todo lo que pueden. Justo al principio, en la Feria del Libro de Bogotá, me encontré con dos conocidos del año anterior que de inmediato me proporcionaron una lista de a quién llamar, y a partir de ahí todo fue más fácil, a los que entrevisté llamaron a su vez a sus amigos y se les iba ocurriendo de a quién podría llamar. El “guión” se iba armando de acuerdo a quién tenía tiempo para que lo entrevistara o a quien entendía sin dificultad por teléfono.

¿Para qué te alcanzó el viaje de 2014?

Tenía dinero suficiente para tres semanas, cada día me encontraba con alguien, viajaba de una ciudad a otra. Filmé un material muy interesante y bastante diverso. Para Gabo fue determinante haber vivido el Caribe colombiano, es aquí donde nació y pasó parte de su vida. Tiempo después se mudó a México, claro que regresaba a menudo, pero durante su estadía en México siempre escribió sobre Colombia. El lugar donde nacemos determina nuestras vidas, pero de alguna manera sentía que debía haber algo más que eso. Buscaba el sentir caribeño, ese atractivo tan especial de las ciudades que tanto lo atraparon.Quería hablar con aquellos que lo conocieron y luego contarles cómo los veía yo y mostrar la vida de los colombianos.

Es fantástico ver ahora, a quienes logré llegar. Uno de los protagonistas fue el hermano menor de Gabo, Jaime, una persona muy agradable y habladora. Habla de su hermano todo el tiempo, se acostumbró a que todos preguntaran por él. Fue difícil captar su propia personalidad detrás de esto, aunque también me interesaba este aspecto. Otro de los protagonistas principales es el músico Roy Rodríguez, ganador del premio Grammy Latino. Fui de pura casualidad a una fiesta de vallenato donde charlé con varios jóvenes que me decían a qué maestro buscar si me interesaba este estilo de música.  Roy me contó que unos días antes de que yo llegara, escribió un vallenato sobre Gabo para una conmemoración de la ciudad, en la que relata el encuentro que tuvieron hace décadas. Tomó una hoja en sus manos y cantó por primera vez ante una cámara esa hermosa canción sólo para mí. Nadie la había oído antes. ¡Fue un momento increíble! Conocí además a las hermanas y amigos de Gabo, y al maravilloso Joaquín Armenta, amigo de la infancia de García Márquez.

        
1. Con Jaime García Márquez, debajo de la foto de Gabo bailando con su esposa en una parranda.
2. Joaquin Armenta, amigo de infancia de Gabo.

 

Después de tres semanas, llegaste a casa con muchísimas experiencias y grabaciones. ¿Por qué dejaste reposar el material durante tantos años?

En 2014 comenzó mi carrera musical, formé mi propio trío, y fui invitada a tocar con prestigiosos músicos clásicos. Esto fue en lo que me concentré. Y en ganar dinero. Mientras tanto, también procesaba el material fílmico, pero sentía que algo importante estaba faltando, que como mucho tenía material como para un programa de televisión, y yo quería algo mejor que eso. No sabía qué sería lo que uniría todo ese material. Pero en 2017, llegó a mis manos una cita de García Márquez: “Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Me llamaba la atención la forma cómo ellos contaban, cómo se relataba un hecho, una historia…” (“Entrevista a Gabriel García Márquez. El viaje a la semilla”. El Manifiesto, septiembre de 1977.) El vallenato es una forma de canción narrativa muy típica de esa región. El cantante es acompañado por tres instrumentos: el acordeón, el tambor y la guacharaca de percusión. Es increíblemente interesante cómo un universo entero se condensa en una canción de tres minutos. Y entonces me di cuenta de que la música es lo que nos conecta y puede conectarme a mí con todo este material, hacerlo más personal y auténtico. También tengo pasión por el baile y la música. Gabo cantaba maravillosamente y le encantaba bailar. Decidí avanzar en esa línea, y averiguar qué papel jugó la música en su vida, cómo le dio forma a sus obras.

Así que volviste nuevamente.

Sí, y también sucedieron cosas milagrosas durante ese viaje. Por ejemplo, encontré a un profesor de literatura cuya área de investigación es Gabo y el vallenato. Volví a ver a Roy, la historia del vallenato que escribió se desarrolló aún más. Me encontré con un ingeniero acomodado que era amigo de Gabo y anfitrión de las legendarias fiestas de Cartagenas. Él vive justo al lado de la playa en Bocagrande, que se parece un poco a Miami. Donde antes había edificios antiguos, hoy hay rascacielos, pero su caserón es hermoso, tiene al menos ochenta años de antigüedad y ha sobrevivido. Hace veinticinco años que organiza las parrandas más famosas de la ciudad. Son las típicas fiestas de vallenato, con orquestas. Gabo cada vez que podía iba a estas veladas. Por otro lado, para mi película también fue importante llegar a un hombre de las plantaciones de bananas que no esté directamente ligado a García Márquez, pero igualmente su historia se convirtió en la historia más Marquezca de la película.

¿Qué viste en Colombia que no hayas visto en las ocasiones anteriores?

Logré ver cada vez más y desde más puntos de vista. Además de la felicidad inherente a la música, la danza y su espontaneidad, Colombia también tiene un lado oscuro. Aunque el Tratado de Paz de 2016 le puso fin a décadas de conflicto armado, la violencia continúa desde entonces, con cientos de líderes civiles asesinados cada año, por otro lado los indígenas y los habitantes de los campos tampoco pueden escapar a las deportaciones y a la violencia. Para una persona sensible, el efecto de esto es visible en el día a día. La seguridad pública es en gran medida similar o peor que en otras ciudades latinoamericanas, así que cuando filmaba en plena calle, varias veces un policía o algún transeúnte me acompañaba hasta que terminara de filmar, porque decían que lo que hacía era peligroso no sólo por la cámara, sino también por mi integridad física. Así que en muchos lugares solo filmé con una cámarita o un teléfono que cabía en la palma de mi mano porque tenía miedo. Como mujer, eres además especialmente vulnerable.

 

 La vista de Barranquilla

 

¿Es peligroso viajar con una cámara por el valor del dispositivo o por lo que estás documentando?

Por su valor. No estuve en ningún lugar donde la documentación hubiera sido un problema. Aunque en 2019, cuando volví por última vez, hubo quienes dijeron que tuviera mucho cuidado y que dijera que “solo” estaba filmando sobre Gabo, porque en ese momento los periodistas estaban siendo atacados. Pero por suerte yo nunca estuve en peligro.

¿Cuál fue el propósito específico de tu viaje del año pasado?

No había hecho un documental antes, no tenía idea de qué documentos legales necesitaba firmar para distribuir la película en el escenario internacional. Sólo filmaba con entusiasmo en el exterior, pero en casa un abogado me aclaró las implicaciones legales. No tuve más remedio que volver a viajar y resolver todo a una velocidad increíble de diez días. Por supuesto, llevé una cámara por si llegara a necesitarla. Y la necesité. Fui a ver a una de las hermanas de Gabo (desafortunadamente la otra, a la que también había filmado en el mismo apartamento, murió mientras tanto). Hablamos mucho tiempo, ya había firmado el permiso para publicarla cuando vi a una anciana en una de las habitaciones.

Resultó ser que ella también es una hermana de Gabo, llamada Margot, un personaje importante de su vida. Crecieron juntos, de niños vivían en la casa de Aracataca. García Márquez se inspiró en ella para la Rebeca de “Cien años de soledad”, porque Margot realmente comía tierra. También escribió mucho sobre ella en su autobiografía. ¡Esto también fue un milagro! ¡Uno de los mágicos personajes de las novelas de la literatura mundial estaba sentado frente a mí! Me las arreglé para grabar algunas frases con ella, pero lamentablemente ella también sufre de demencia, pero estuvo fenomenal y me miraba a los ojos amorosamente mientras me apretaba la mano.

 

Esta película es muy personal en todos los sentidos. Tú la inventaste, la organizaste, la filmaste, la editaste, la dirigiste. ¿Planeaste la postproducción o se fue armando así sobre la marcha?

Resultó ser mi propio hijo en todos los sentidos. Cuando volví a viajar, descubrí que habían cambiado muchas cosas, por ejemplo, se habían renovado muchos edificios en Aracataca y muchos de los personajes de la película habían cambiado por el tiempo. Me olvidé que para mí el tiempo se detuvo durante años, mientras veía todos los días en la pantalla las grabaciones de 2014 y 2017.

Tengo que admitir que me afectó mucho que todo haya cambiado tanto, y lo que existe en tantas grabaciones ya no es así en la realidad. Por supuesto, esto ocurre así en todas las fotos y películas, pero fue difícil aceptarlo. El material se hizo muy personal, ya que esos casi seis años han sido para mí una especie de peregrinaje. Hubo un momento en el que varias personas me sugirieron que se lo entregara a un editor, pero estaba segura de que a pesar que probabelemente el montaje fuera más profesional, la película no sería lo que yo quería o debería ser. Sentí que sólo yo podía ver los seis años que dura la filmación de la película, y que sólo yo puedo hacerlo. Asumo todas las consecuencias de la decisión, incluidas las debilidades de la película.

Aunque oficialmente la hice sola, muchas personas me ayudaron. Desconocidos, conocidos, amigos y mi familia. Por ejemplo, una amiga y un amigo editor me escucharon durante muchas, muchas horas y luego comentaron sobre las versiones de mis reseñas, y pensamos juntos en innumerables situaciones. Los estudios de postproducción audiovisual también me hicieron un descuento en el trabajo.De hecho, todos los que me ayudaron o trabajaron para mí lo hicieron en parte porque se enamoraron del proyecto o estaban relacionados a él.

El traductor, el abogado, todos. Durante el último año y medio János Másik, mi socio, se convirtió en mi compañero en mi vida privada. Para él, éste es un mundo conocido, ya que estuvo involucrado en hacer muchas películas. Durante la edición analizamos el material juntos de manera persistente, y sus comentarios e ideas muchas veces llevaron la película en una dirección diferente, pero muy buena. Y se convirtió en el compositor musical de la película. Fue un proceso de aprendizaje importante para mí, experimentar el nivel en el que la música puede cambiar, entretejer y elevar una película. Recibí mucho apoyo de János, tanto espiritual como profesionalmente. La película tiene su huella. Y no solo en la música.Fue él el que seguía animándome a que dejara que la película se mostrara. No fuerces nada, me decía. Al principio, ni siquiera lo entendía. Luego fui testigo de que a medida que reunía el material, de a poco se iba transformando en lo que ahora vemos. Intuitivamente, János compuso una música diferente a la de allí, pero que igualmente está relacionada con la atmósfera caribeña, aunque él nunca estuvo en el Caribe.

 

De camino al verdadero Macondo, cerca de Aracataca

 

Todavía no has descubierto cómo llegar a los espectadores con la Gran Parranda. ¿Qué sería lo ideal para ti? ¿Qué un parocinador solventara todo lo que necesitas y que se proyecte en un canal de televisión o a través de una cadena cinematográfica?

Subtitulé la película en tres idiomas: húngaro, español e inglés. Me inscribí en los principales festivales, pero no fui seleccionada, ni siquiera en el Festival de Cine de Cartagena, a pesar de que ingenuamente pensé que me seleccionarían en algún rubro. Por otro lado, la película ganó un premio en la categoría Encuentro de Música, Literatura y Cine de Viajes en el 65º Festival Nacional de Cine Independiente de Hungría. Estoy muy contenta con el premio, pero lo más importante es que un jurado formado por diferentes expertos, analizó la película en profundidad la noche de la proyección, y esencialmente elogió todo lo que yo también creo que son las fortalezas de la película.

Sé que éste no es un documental tradicional, lo llamo “tributal”, es decir, una mezcla de tributo y documental. Por supuesto, se elogia a Gabo en él, pero a la vez se desarrollan diferentes hechos e historias ante nuestros ojos. Animada por la recepción que la película tuvo en el festival independiente de Hungría, me presentaré también en otros festivales independientes, pero mi objetivo no es hacer festivales solamente. Para mí es más importante llegar de alguna manera a aquellos, para quienes esta película es un valor en sí mismo.

Podría ser un canal de streaming, un canal de televisión calificado u otra plataforma online, cualquier medio que pueda albergar una película de estas características. He invertido mucho de mi propio dinero en esta película, por lo que también es importante que su valor se materialice. Por ahora, esto también lo estoy haciendo yo, pero no entiendo tanto este trabajo como hacer películas. Por lo tanto, estoy abierta a cualquier solución de calidad con respecto a la distribución de la película. Espero que la película encuentre pronto su camino hacia la audiencia.

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Actualización: el documental se puede ver en este link en VIMEO. 

Vidéki élet

Kalapok

Busszal elindultam Valleduparba, ahová a 7 órás út 9 óráig tartott. A latin-amerikai buszok azonban annyira kényelmesek, ráadásul ezen már wifi is volt, hogy az a 9 óra könnyedén elröpült. Persze ehhez a Sierra Nevada, a Karib-tenger és a pálma- és banán ültetvények látványa is hozzájárult. Közben csak háromszor jöttek végig kis fényképezőgéppel biztonságiak, mindenki arcát megörökítették, állítólag biztonsági okok miatt. Furcsa érzés, amikor egy katona csinál rólam portrét a Sierra Nevada lábánál.

Valleduparba azért jöttem, hogy megismerjem és megérezzem a vallenatót. Az most az egyik legnépszerűbb népzene. Itt szinte minden a musica popular kategóriába esik, ami azt jelenti, hogy bár folklór, tömegeket mozgat meg, Mindenki ismeri, mindenki táncol rá, és mindenki örül neki minden helyzetben. Valledupar a vallenato fővárosa, idén rendezik az 50. fesztivált. Az elsőt még García Márquezék szervezték Aracatacában (GGM szülőfalujában), 68-tól pedig minden évben itt bulizik több tízezer ember. Messze mindentől, az Upar-folyó mentén, Venezuela irányában, a hegyek lábánál fekszik. Valaha ide turista nem jutott el, a polgárháború miatt szinte elzárt terület volt. Bár most sem sok gringót és gringát láttam, talán 4-5 ember került az utamba, akiről lerítt, hogy nem latinó. GGM műveinek legfőbb inspirációt a vallenato adta, ezért kellett ide is eljönnöm.

Szerencsémre a teljesen megtelt városban még jó előre találtam egy bérelhető apartmant, Rodrigo barátai adták ki nekem aranyáron. Apa és fia hozott el egy rozoga kisautón, a lakást mindössze egy lakattal lehetett zárni a kinti rácson, a vékony fémajtót csak be kellett lökni. Az apa azonnal a wc-be ment, azt hittem, megmutatja, mi-merre, de csak azt láttam a nyitott ajtó mögött, hogy jóízűen pisil, hosszan – macho módra körbejelölve a WC-t, mint egy igazi hím állat.

Az Anillo család pár utcával odébb lakik, ez a gyerekek lakása. Viszonylag jó környék, széles utcák trópusi fákkal szegélyezve, este épp, hogy kivilágítva. Hosszú, befelé nyúló klasszikus karibi lakások, amikbe kívülről belátni (a díszítés ennek megfelelően hivalkodó, aranyszobrokkal, sőt, egy termetes Bibliával is). Kívül rács, a verandán hintaszékek, ott mindig mozog a levegő. A konyhában meleg, és cselédek és az anya. Ő legtöbbször sürög-forog, a férfiak (és a vendég) kint a hintaszékekben pihennek és beszélgetnek. Ha bármikor arra megyek, valakit találok otthon.

Most viszont fesztivál van négy napig. Ez legalább két dolgot jelent: az időt whiskeyvel mérik. Pontosabban whiskeytől whiskeyig. Életemben ennyi whiskey-t nem ittam, mint Valleduparban. Egy üveg jó (Old Parr általában) whiskey mindenhol van, hozzá kis poharak (üveg, vagy fa), amik körbejárnak. Mindenki ugyanabból a pohárból iszik. Ha visszautasítom, megdöbbennek. Mivel nem akarok csalódást okozni, meg aztán fertőtlenít is, nem utasítom vissza. A legfurcsább, hogy a tízedik kör után sem részeg az ember. Egyrészt, mert víz is csúszik mellé, másrészt azonnal ki is izzadjuk a forró és párás időben.

A másik, hogy mindenhol szól a vallenato. Minden taxiban, minden házban, minden boltban, ha meg valahol nem szól, akkor valaki vagy énekli, vagy beszél róla. Fiatalok, öregek zenélik és éneklik. Az öregek bosszankodnak, hogy a mai vallenato már nem az igazi, már nem szól olyan fontos és mély dolgokról, és már táncolják is, meg más hangszerek is zenélik, mint a harmonika, a caja (dob) és a guacharaca (egy hosszú, recés fán fémrudakkal reszelnek).

Az első nap az akklimatizáció napja volt. Belemerültem a fesztiválozó tömegbe, a tűző napsütésbe, a színtengerbe, a guajiro kalapok hullámaiba. És bekönyörögtem magam, mint messziről jött ember, a sajtóközpotba, ahol azonnal fotózkodni kezdtek velem, amint kiderült, honnan jöttem. Ha járt is errefelé magyar, nem sok lehetett…

A Karib vidéken egy dolgot nem szabad: tervezni, illetve ragaszkodni a tervekhez. Ha van is terv, azt abban a pillanatban el kell engedni. S ha nem az jön össze, amit szeretnénk, akkor hagyni kell, hogy egy másik valóság szülessen. Utólag mindenesetre érdekes végigkövetni az események láncolatát:

A sajtóközpontban több programot is javasoltak. Az egyik egy parranda volt egy étteremben. Azaz egy privát vallenato buli. Taxiba ültem, a taxis nem tudta, hol van a Rancho Mio. De úgy tett, mintha tudná. Megérkeztünk egy Rancho-hoz, de az nem a Mio volt. A város egyik végében ott maradtam hát, teljesen tanácstalanul. A rendőrök épp jegyüzéreket igazoltattak, így megkértem, segítsenek. Úgy negyedórás rádiókapcsolat után megtalálták a tuti címet. A rendőr leintett nekem egy taxit (képzelem, hogy megriadt a sofőr), elmagyarázta, hova vigyen. Az vitt is, ki is tett, csak, hogy rancho mio ott sem volt. Sebaj, gondoltam, akkor itt maradok, valami miatt erre kellett jönnöm.

Sétálni indultam, nálam a komplett kamera-mikrofon szett, és egy parkban kötöttem ki, már sötét volt. Színes szőtt táskák (mochila) a földön, árusok mindenütt. És egy kávéház, ahol épp valakik vallenatót zenéltek. Persze kizárólag férfiak. Idővel csak az asztalnál kötöttem ki. Kettő híján már mindenki részeg volt, az est végére csak ketten vallottak szerelmet, egy szinte kiábrándult, amikor megtudta, hogy nem vagyok katolikus, magyarul beszéltettek, rengeteg viszkit adtak, zenéltek, ittak, beszéltek, és ezt a kört még sokszor megismételték. Egyszer a kezembe került a harmonika, és nem értettem, mit magyaráz az egyik részeg újságíró. Másnap jöttem rá, hogy fejjel lefelé tartottam a hangszert és úgy játszottam rajta…én…

A két józan férfi közül az egyik rábeszélt, hogy másnap reggel készítsek vele interjút, a másik meg csak újságot olvasott és hallgatott egész este. Közben az úton lovas parádé volt, ahol a lovakat szinte rogyásig terhelték a forróságban, habzott a szájuk, izzadtak, mint a ..(ló), az aszfalton galoppoztak velük, látszott, hogy szenvednek az állatok minden percben.

Eljött az idő, hogy az alvó részeg újságírók és zenészek is felálltak a műanyag asztaltól (az estébe még egy latin buli nekem belefért), és a másnapi viszontlátásig én is visszavonultam a levegőtlen, lakatos lakásomba.

Reggel ugyanannál az asztalnál várt a két józan ember. Jól öltözött, 60-70 körüli férfiak, kezükben újság, előttük egy-egy tinto (kávé). Már vártak. A sötétebb bőrű, Lucas, újságíró, és, mint kiderült, meglehetősen tájékozott, intelligens ember. A másik, idősebb ember még mindig csak hallgatott, kezében az újsággal. Lucas aztán hangosan belekezdett az interjúba, mesélt vallenatóról, Márquezről, a nők iránti tiszteletéről, békéről, majd elment, hogy találkozzon valakivel a szomszédos utcában.

Az idősebb (mint kiderült, a báty), odafordult, letette az újságot, szelíd mosollyal megkérdezte, hogy mit gondolok a kolumbiaiakról. Aztán mintha órák, napok, sőt évek óta arra várt volna, hogy letegye az újságot a valledupari Parque de las Madres kis műanyag asztalára, ránézzen egy magyar újságíróra, és elkezdjen beszélni, beszélni, beszélni, és elmondani élete történetét, a szemközti temető felé emelte a fejét, és belekezdett a történetbe spanyolul, és csak mondta, mesélte, újraélte, hogyan jött vissza az USÁ-ból egyetem után, hogy kávéval kereskedjen, hogyan épített fel egy prosperáló céget a semmiből, szegényen, hogyan tették tönkre rosszakarói, és hogy miért van, hogy olyan kevés emberrel érti meg magát Valledupar utcáin.  Pontosan emlékezett, mennyiért csináltatta meg a prototípust, mennyi volt az első gép, hány darabot adtak el először az utcákon, hányra érkezett hozzá állásinterjúra a legjobb alkalmazottja. És a valledupari trópusi délelőttben, ahol a mellettünk lévő asztalnál sorra váltották egymást a kávét rendelők, ahol víz és Cd árusok próbálkoztak csekély eséllyel, ahol a háttérben a közeli hatalmas téren épp vallenato zenekarok mérettettek meg a harminc fokban, nem történt más, mint két ember beszélgetett, vagyis az egyik hallgatott, a másik beszélt, mégis egy szép pillanat volt a világ dolgainak menetében.